Padres...

Hoy me apetece dirigirme a tí, papá. Sé de sobra que no lo leerás ya que no te mueves en estos mundos internautas, pero aquí queda. 

Aun recuerdo el calor y la seguridad que me transmitían tus abrazos cuando era niña. Los sabios consejos que encaminaban mi vida. Las sonrisas de complicidad que compartíamos. 

Nada de eso he olvidado. 

Ahora he crecido, me hice mayor  y al igual que yo seguía adorándote como a un héroe tu seguías viéndome como a aquella niña, sin darte cuenta que crecí. 

Ahora soy una mujer, ya no soy aquella niña que necesitaba que guiaran sus pasos. Ahora avanzo paso tras paso por el camino que considero correcto. De la manera que tu  me enseñaste.

No quiero avanzar sola, pero si quiero decidir por donde ir. Quiero tomar las riendas de mi vida, pero quiero que estés a mi lado, que sigas sonriendo cuando sin querer crucemos nuestras miradas, quiero reposar sobre tus rodillas en el sofá mientras descansas, quiero saber que cuento contigo y quiero que sepas que siempre que me necesites aquí me encontrarás.

Tu junto a mamá me preparasteis para esta vida, ustedes me educaron y enseñaron lo que hoy sé.

Fueron mis  maestros. 

Ahora les toca confiar en mí, dejarme elegir y aceptar mi voluntad, que nunca irá en contra de los principios que ustedes me inculcaron. 

Alguna vez erraré, por ser humana. Pero de ese error aprenderé y me levantaré más fuerte.

Otras veces acertaré y tomaré carrerilla con la ilusión que da el buen hacer hasta que en otra ocasión caiga de nuevo. Esto es la vida, para mí y para todos. 

Ahora soy madre y mentiría si dijera que no me duele ver caer a mis hijos. Pero es cierto que no hay nada que me de más placer que ver como tras la caída, con las herramientas que yo les di, ellos vuelven a levantar y siguen andando con una experiencia más a sus espaldas. 

Solo eso les pido, confianza, cariño y respeto. El mismo que yo siento por ustedes.

Desde aquí quiero darles las gracias por todos los esfuerzos y trabajos de estos años, esos esfuerzos que ahora me toca a mí pasar por mis hijos. Por todas esas noches en vela, por todas las cosas a las que tuvieron que renunciar por mí. Gracias una y otra vez.

También quiero pedir perdón por mi actitud en muchas ocasiones al intentar imponer mi voluntad, por enfadarme al ver que no aceptan mis decisiones o por pretender que en vuestra mentalidad surjan ideas que por los tiempos en los que se criaron y la educación que han recibido les parecen escandalosas.

Porque en mi afán de encaminar mi vida a veces he obviado que no viajo sola. Y porque en muchas ocasiones en vez de palabras utilicé reproches para comunicarme con ustedes.

En los últimos tiempos las circunstancias nos han distanciado un poco, la vida a veces nos lleva por unos caminos que no son agradables, pero que son necesarios para seguir adelante. 

En esos momentos me sirvo de los buenos recuerdos para sentirlos a mi lado. Con la única esperanza de que pronto nuestros caminos vuelvan a unirse y podamos crear más buenos momentos por si en otra ocasión volvemos a sentirnos lejos. 

Os quiero muchísimo y siempre estáis en mi corazón.

MORALEJA:  Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca será tan severo 

                    como un hijo juzgando a su padre.